Monday, March 10, 2008

Riquelme es como las películas para viejos

(o el fútbol como articulo de consumo para todos los perfiles).
Dentro de su amplio espectro, el fútbol pretende atrapar la máxima audiencia posible. Eso lo saben todas las empresas. Es por eso que viendo los botines que usó Riquelme el sábado contra Independiente tuve una epifanía(?).

No es algo tan difícil de percibir en primera instancia, pero es algo que las empresas tratan de solapar para que no se perciba el fraude-engaño. Y es el fraude de exagerar el perfil de los futbolistas, convertirlos en un producto de consumo hasta que ese producto se consuma por el uso y el paso del tiempo: el carácter de pocos amigos de Cantoná, la simpatía de Roberto "tengo un millón de amigos" Carlos, el metrosexualismo Beckhamiano.
Está última tendencia viene importada del lejano Oriente. Sabida es la admiración que despertaba el inglés de Manchester entre los orientales. Y es que era todo lo que chinos y japoneses podían ser jamas. En primera instancia rubio(?), en segunda instancia estrella de un equipo europeo(?), en tercera instancia marketinero(?). Para formalizar el vínculo, Beckham fue adoptando una imagen exagerada al extremo de una androginia sexual que lo hacia ver como un dibujo animado, un animé japonés: el pelo en forma de cresta, las uñas pintadas, los botines de colores, reforzando además aquello que en muchos de esos países esta prohibido: la sexualidad representada de forma latente. Lo curioso es que el denostado Beckham, alguien a quien los ingleses habían masacrado por su expulsión en Francia 98 ante Argentina, empezó a "enamorar" a los británicos con la imagen proyectada desde Oriente. Y es que en Inglaterra, país clasista y victoriano que usa el amarillismo y la prensa rosa de catarsis, la sexualidad hardcore también esta prohibida. Pero Beckham se fue haciendo viejo (y Ferguson necesitaba unos mangos), y se tuvo que ir a España (con nuevos ricos en busca de posición social como Florentino, Calderón, y cía) donde fracasó deportivamente, teniendo que recalar en la liga de soccer(?) de los Estados Unidos(?) (otro país que combina la búsqueda de posición social y el puritanismo evangelico). En Manchester, Beckham necesitaba un sucesor para la camiseta mas marketinera del planeta: la 7 del United. Trajeron un pibe lusitano que tiraba bicicletas en el Esperanzas de Toulón del 2003. Le sacaron la tintura y el acné(?) y lo mandaron al gimnasio para ir a la pesca de públicos de todas las sexualidades(?): Es que el mercado de los hombres heterosexuales está colapsado, hay que ir en búsqueda de nuevos públicos: las mujeres, los homosexuales y los chicos.
La publicidad (HOY) diagnostica que en un futuro todos vamos a ser bisexuales. Que entre otras cosas vamos a combinar modas de vestir con personas del sexo opuesto. Economía de medios que le llaman, para que en un futuro los anunciantes no tengan que pautar en Espn y Utilisima Satelital(?) al mismo tiempo.

Frente a esta agresión(?), hay un marketing contracultural que se encarga de rescatar a las personas de otro tiempo que ya no pueden volver atrás. No te van a dejar solo. Se producen enfrentamientos(?): La generación del playstation vs la generación del café y el whisky.Como un permanente ida y vuelta, la publicidad opera obligando a cambiar hábitos de la MASA y rescatando a aquellos que no pueden alcanzar el listón (¿la sociedad argentina?).Si el juego de Riquelme está representado por una vieja Citroneta, Cristianito sale haciendo comerciales con una Bugatti Ve"y"ron. Si Aurorita sale mostrando los pectorales en otro aviso, Riquelme en otro se "estira" la camiseta (para desmentir las versiones que nació con el pecho hundido). Si las "hazañas" de Román salen en la prensa escrita (Clarín y Olé especialmente), lo de Aurorita es la internet, las consolas, y la realidad virtual. Si Riquelme sería película, seguramente se llamaría Saraband, Aurorita en cambió sería Crank.

Los botines de Román son old-fashioned, al gusto de los septuagenarios como Pagani, que alaban la lentitud de su juego y su andar folclórico en la cancha. Riquelme lo sabe y por eso exagera su pasividad, al punto de tocar 5 o 6 pelotas por partido, recibir parado, y de espaldas, tocar atrás o poner el culo para buscar la falta.
Lo del romance con Yesica Toscanini(?) es un exabrupto, un caramelo eutopico, el sueño de utopía de una sociedad inmóvil, el re-sentir de algunos de que todavía pueden alcanzar la totalidad, el discurso y la influencia sobre toda una sociedad, como cuando Pagani titula su libro "El fútbol que le gusta a la GENTE".

UPDATE: Hay sección nueva que se va a llamar El humo nuestro de Olé de cada día.


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