Hay pocos jugadores mas queribles que Ortega. Sin embargo la prensa basura que existió y existe en nuestro país siempre intentó poner una barrera entre Ortega y la gente. Cuando su adicción no era conocida, allá lejos, y con notable desparpajo, el Burrito tenía el coraje de hacer frente deportivamente a la sangría enorme que suponía la suspensión y el retiro de Maradona del seleccionado argentino, inclusive sin la experiencia en edad y partidos de otros referentes del proceso de Basile o la juvenil base de Passarella, incluso en ese momento ya había voces despectivas, quizás (pienso, es la única explicación posible) por ser un símbolo demasiado identificado con River (y por haber ganado todo con la banda roja). No de casualidad la primera vez que salieron a la luz los problemas de Ortega y su adicción, fue después de un superclásico ante Boca (cuando chocó su Isuzu Trooper blanca en los bosques de Palermo), donde curiosamente un jugador de River (Ortega) humilló como nunca antes en la historia del fútbol a otro con la camiseta de Boca (Mac Allister). Esto no viene de ahora: ¿se acuerdan cuando decían que Alonso era puto?. A lo símbolos de River siempre los persigue el estigma del mediopelaje bostero que intenta despechado cargar todo su resentimiento contra los que ellos en muestra de desdén declarado llaman por citar apelativos ninguneantes: “Orteguita”, “Saviolita”, “Crespito”. De reconocimiento mejor ni hablemos. Si te caes te piso parece ser la consigna. Su error humano ante Holanda del 98, tan humano como la plancha de Maradona a Batista en el 82, sirvió para capitalizar implacablemente la sed de revanchismo de prensa y público bostero. Pero Ortega, es demasiado puro y grande en esencia para atender el murmullo de los mediocres. Siguió jugando y poniendo el pecho, incluso en un proceso como el de Bielsa, caracterizado por la hetedoroxa interpretación del estilo de juego argentino, y con una abierta confrontación hacia el establishment periodístico. Jamás renunció, puso reparos, cuestionó en voz alta como hacían otros con ese proceso de selección y tantos otros supuestamente mas sanos que él: Redondo, Riquelme, Verón, Batistuta, “la selección se va a la puta que lo parió” Tevez por citar algunos casos. Tantos años de vigencia fueron haciendo mella (entre los mediocres latentes), y cuando Ortega agudizó sus problemas de adicción en Turquía, lo dejaron solo y lo arroparon en el cajón para que se entierre solito. No le vamos a pedir a la FIFA que forra sus "sillones" con la piel de sus futbolistas, que se desentendió siempre de la suerte de su mas grande futbolista, que combate las drogas sociales pero no los negociados y que ni siquiera tuvo respeto por la vida de un jugador (Foé) jugando una final a las pocas horas de su muerte, que contemple la salud de futbolista caído en desgracia como Ortega en la toma de sus decisiones. Pero el resto todos. Desde la AFA hasta los dirigentes de River. Pasando por Bielsa demasiado preocupado por tapar su fracaso futbolístico en Corea Japón con lo que sea, aún cuando en aquella cita Ortega era el único jugador de su equipo que no le quemaba la pelota en los pies (repasen los videos). Fueron momentos de angustia para el burrito, un interminable año y diez meses, donde Ortega y su familia estuvieron más solos que nunca. Donde estuvo privado de hacer lo que mas le gusta y le despeja la mente. Volvió (en penitencia) donde la organización del macabro fútbol argentino le dictaba, en tierras del mafioso Lopez, donde para evitar que Ortega reclame por lo suyo, lo dejaban que pase sus noches de bar en bar. Después del calvario rosarino, donde obligado a una enésima genuflexión, tuvo que traicionar su amor incondicional por River y su gente, volvió por fin a Nuñez donde tampoco todas iban a ser rosas. Ya sin fuerzas para someterse a la disciplina passarelliana volvió a caer en su enfermedad (un viaje en micro de 17 horas a Córdoba donde estuvo en el banco sin jugar lo destruyó). Pensando que la sociedad le iba a tener un poco de compasión y piedad, lo iba a contener y ayudar, reconoció públicamente su adicción (algo que por ejemplo Maradona tardó 45 años en hacer) y se puso a disposición de los doctores. Pero el problema de Ortega era grave, el jugador sabía íntimamente que un tratamiento largo lo iba a alejar definitivamente del fútbol, impidiéndole quemar en cancha sus últimos cartuchos, y con toda una vida por delante sin saber que hacer. Sus ansias de jugar al fútbol chocaban con un inflexible (aunque paternal) Passarella que igualmente y quizás por costumbre de conocerlo en plenitud estaba más atento a cuestiones fútbolísticas que a su salud: el día de aquel gol mágico de su vuelta ante Quilmes le reprochó la pérdida de una pelota en la mitad de la cancha. Hubo varias vueltas y recaídas, internaciones como aquella en una Clínica de Chile. Calculo que sacó fuerzas donde no las tenía e intento volver definitivamente al ruedo, lejos de superar su adicción pero tratando de que esta (por lo menos) no perjudique a su equipo dentro de la cancha (fue por enésima vez figura en un superclásico ante Boca). Sin Passarella, y luego de varios años sin títulos los desorientados dirigentes de River confiaron el equipo al pragmático Simeone, tan rígido como el Kaiser. En una muestra mas de demagogia, sabiendo que el jugador no estaba en condiciones de asumir semejante desafío, lo nombró su capitán (lo transformó en eje de un equipo que corre denodadamente pero que todavía -aún hoy- no sabe a lo que juega) y lo hizo jugar todos los partidos, incluyendo los minutos basura de los amistosos. Ortega lo salvó en aquel partido de local contra el América, pero su físico privilegiado le pasó factura por primera vez. A los 34 años tuvo el primer desgarro de toda su carrera deportiva. Lo hicieron volver en el peor momento, otra vez (demagogia absoluta) después de casi 2 meses sin jugar, lo colocaron al frente del equipo en el clásico en la Bombonera, sin reparar (como termino ocurriendo) en que una frustración lo iba a hacer tambalear nuevamente.
En una dinámica perversa donde lo obligan a asumir desafíos para los que no está en condiciones y después lo castigan severamente si no cumple, fue que vio desde el banco como a sus compañeros jugando 11 contra 9 le empataron un partido por la Copa Libertadores y los dejaban afuera. El orgullo, y amor propio lo hizo dar la cara en una situación caótica (aquel entretiempo con Gimnasia LP), asumiendo la función que para él pretendían. Fue puntal en un River campeón después de unos interminables 4 años de frustraciones, y cuando parecía que llegaba cierta paz a su vida, otra vez aparecieron los problemas. Ortega fue puesto en evidencia por un técnico desagradecido que en cancha le da la cinta pero que en privado se regodea haciéndole sentir los rigores de un iniciado. En un gesto terrible e impiadoso (para con un convaleciente emocional) fue el único jugador al que no dejaron subir al micro de los festejos por el campeonato. Quizás Simeone (subido al micro) estaba mas pendiente de gritar a los 4 vientos "tengo huevos". Mientras tanto, la prensa basura sigue operando. Si Ortega no se presenta a un entrenamiento ES NOTICIA. No sé a cuantos entrenamientos fue Maradona en el Napoli y la selección. Tampoco sé a ciencia cierta con el rigor con el que se entrena Riquelme en Boca. Acá no está en juego la salud del enfermo. Pocos se interesan por la suerte de su familia, a la que Ortega ve con restricciones desde hace meses. Los faltazos de Ortega son una buena oportunidad para seguir hurgando en la herida. Así fue como llegamos a esta nueva “cama” que le hicieron al Burrito. La voluntad de un enfermo es algo –se sabe- fácilmente corrompible. Hay una sociedad que sabe del problema de Ortega y no le importa (inclusive los dirigentes que están para la foto). Ortega confió en la gente pensando en que haciendo público su problema le iban a dar una mano, sabiendo que una adicción social como el alcohol necesita que “otros” (no solo él) actúen con irresponsabilidad. Ortega no pide una situación de privilegio, simplemente que no lo empujen a la puerta del cementerio. No sé quien le puso la cámara ayer a Ortega, si fue Simeone, el periodismo basura, algunos dirigentes traidores que se quieren sacar a Ortega de encima desde hace rato (con ofertas que aparecen todos los meses desde los lugares mas remotos: Arabia Saudita, México, Estados Unidos, Brasil..), o los de Boca, cansados de vender humo en los medios con ofertas millonarias de jugadores que no llegan a los 5 partidos en primera. No sé, lo único que sé es que íntimamente la decisión de separar del plantel a Ortega a él no lo ayuda, mas allá de que -sin ningún tipo de dudas- sea él el principal responsable.
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